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sábado, 17 de agosto de 2019

Los orgasmos de las mujeres

"El orgasmo femenino auténtico no se produce ni en el clítoris ni en la vagina. Tiene su origen en el cuello del útero.... El orgasmo cérvico-uterino...difiere radicalmente de todos los otros placeres de intensidad, en profundidad, en calidad, en ritmo sobre todo, en extensión. Es más difuso. Termina por abarcar el cuerpo entero.
Casilda Rodrigáñez. Pariremos con placer"


Podríamos pensar que, por le hecho de ser mujer, sabemos mucho sobre la sexualidad de las mujeres. Aparentemente todo es sencillo, o al menos es lo que se nos cuenta en las películas o en los libros de técnicas para tener orgasmos (más es mejor, dicen), es lo que aprendemos cuando somos jóvenes (que con estar enamorados es suficiente) y, sin embargo, creo que no hay nada más sutil, difuso y complicado de aprehender que la propia sexualidad. 

Precisamente, porque la sexualidad nos conecta con los aspectos más sutiles y ocultos de nosotros mismas, es la puerta de acceso a nuestro mundo interior, nuestras limitaciones y, por supuesto, nuestro poder. Por eso ha sido perseguida, dirigida y castigada. La sexualidad de los seres humanos, pero sobre todo de las mujeres, presenta tal potencial de transformación, no solo de una misma, sino del mundo, que nunca ha interesado darle el espacio que merece. Si la generación de nuestros padres fue una generación que creció en la represión, no solo política sino moral y, por supuesto, sexual, de la dictadura; la de nuestros hijos navegan por las turbias aguas de la banalización y la superficialidad. Ambas estrategias tienen en común un punto:  tergiversar la capacidad más elevada de la sexualidad humana.

Es verdad que estamos a medio camino entre las bestias y los dioses. Somos conscientes de nuestro destino final, la muerte, cosa que la mayoría de los animales no hacen, lo que conlleva el inevitable dolor. Y con la sexualidad nos encontramos en el mismo punto. Aún entendiendo que no solo las pulsiones biológicas deben dirigir nuestra sexualidad (sin negarlas, por supuesto, ya que son muy importantes), aún no hemos descubierto el maravilloso potencial de transformación que en ella se esconde. El misterio sigue intacto.

La educación que recibimos tiene como finalidad principal permitirnos reconducirnos en una cultura y sistema determinados. Ser parte integrante de la sociedad en la que nos desarrollamos es fundamental para la supervivencia y, en la medida en que la sociedad está muy alejada de los parámetros de salud del ser humano, implica necesariamente reprimir y cercenar nuestras capacidades naturales. Ajustarnos a la media y ser como se espera de nosotras, sobre todo durante la niñez y la adolescencia, provocan una profunda represión interior. Con el paso del tiempo, esta sensación genera un malestar que no podemos dejar de mirar. Debemos, entonces revisar nuestra biografía y asumir la acción que nos devuelva al equilibrio.    

Cuando se toma conciencia profunda de este potencial que espera tras la sexualidad y se compromete una a abrirse a la experiencia por completo, comienza a suceder la transformación. Uno de los mayores límites que solemos encontrarnos son los bloqueos a experimentar la totalidad de la experiencia, sin juicios y sin resistencias internas. Darnos cuenta de estos bloqueos, de la necesidad de cerrar determinadas partes de nuestros cuerpos a las sensaciones físicas, es ya de por sí un gran avance en la reconquista del cuerpo como un espacio propio. Pero permitirnos abrirnos a la totalidad del caudal energético, o de placer, o de conciencia que la sexualidad nos trae es entrar de pleno en otra dimensión.

Abrazar el placer

Uno de los mayores problemas que encontramos para permitirnos esa apertura es que nuestro cuerpo está habitualmente estresado. Vivimos rápido y estamos acostumbradas a una gran cantidad de estrés. Además, desde los medios de comunicación y la sociedad se nos presenta un cuerpo-objeto: un cuerpo sujeto a la experiencias externas, pero incapaz de dar respuesta por sí mismo. Al final, terminamos identificándonos con nuestra mente, negando al cuerpo y la información que aporta. En general, debido al estrés, nuestro sistema simpático está activo la mayor parte del tiempo y esto provoca profundos cambios físicos en nuestro cuerpo (desde dolor en la menstruación o el parto o debilidad en el orgasmo), pero también en ámbitos más sutiles. 

Por lo tanto, el primer paso para permitirnos abrirnos a nuestra sexualidad es comenzar a relajarnos profundamente. En este sentido, la relajación del útero, que es un tipo de relajación derivada del entrenamiento autógeno, es muy eficaz. Cuando accedemos a relajar profundamente nuestro cuerpo y, en concreto, el útero, que es un órgano muscular que está involucrado en el orgasmo femenino (como ya indicaron Master y Johnson  en los años sesentas), pasamos a experimentar un tipo diferente de orgasmos. 

Este tipo de orgasmos, que se producen en el útero, llamados orgasmos cérvico-uterinos, son mucho más poderosos, en el sentido de que nos permiten canalizar todo el caudal de energía libidinal que hemos movilizado previamente. Es, además,  más placentero, ya que se extiende por todo el cuerpo y va derribando las barreras físicas que, producto de la represión, hemos ido creando a lo largo de nuestro cuerpo. Wilhem Reich denominaba corazas a estas tensiones musculares. Para él, la tensión muscular era la misma neurosis. 

En la medida en que vamos permitiéndonos abrirnos más al placer y vamos derribando las tensiones musculares que nos impiden abrazar la totalidad de la experiencia es que vamos sanando profundamente nuestro cuerpo y nuestra alma de mujer. El sexo se nos presenta como una oportunidad única para explorarnos en muchos niveles y hacer del cuerpo-objeto, propio de los medios de comunicación o la educación restrictiva, un cuerpo-experiencia libre y poderoso con el que poder vivir el magnifico potencial que aguarda en su interior.


Si deseas seguir profundizando en tu sexualidad, lee esto 
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