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viernes, 21 de febrero de 2020

SEGO, partos inducidos y ciencia

La SEGO (Sociedad ESpañola de Ginecología y Obstetricia) ha hecho público el programa (¿científico?) de un nuevo congreso. 

Antes de que analicemos el programa es oportuno señalar que la SEGO es una asociación privada y por lo tanto, sus propuestas no son vinculantes ni obligan protocolos ni marcan tendencias en la práctica médica de este país. La SEGO no es una institución pública; es una asociación con intereses propios (entre los que tú y yo no estamos).

Su influencia, más bien, es de profesional a profesional. Exactamente la misma que tienen los Congresos médicos pagados por las farmacéuticas. Los profesionales son invitados y convencidos a base de comidas y viajes, pero en la práctica, no están obligados a recetar ese medicamento en concreto. Que lo hagan o no dependerá de su ética.

Ahora pasemos a analizar el programa. Estos son títulos de algunas de las ponencias:

"Inducción del parto con misoprostol en embarazos de bajo riesgo"
"Cesárea a demanda, ¿límites en el principio de autonomía?"
"Cómo afrontar a la gestante que se niega a inducirse"
"Inducción electiva en la semana 39"

Todo científico a más no poder. Pura ciencia. Si no fuera porque los profesionales que han elaborado los títulos de estas ponencias parecen ignorar principios básicos de la medicina y del ordenamiento jurídico de España. 

A saber: el principio que rige la práctica de la medicina "primum non nocere, o sea, la preceptiva valoración de beneficio/coste que ha de hacerse en cada intervención médica. Aquí parece que se la saltan a la torera porque inducir partos no sale gratis y porque la prevención de la iatrogenia (y más en un proceso fisiológico, que no enfermedad) debería de ser el principal argumento para negarse a  inducir partos a diestro y siniestro.

En una vuelta de tuerca más, la ponencia titulada "Cómo afrontar a la gestante que se niega a inducirse" podría denominarse "Cómo delinquir infringiendo la Ley de Autonomía del Paciente" (2002) que obliga a los profesionales a recabar el consentimiento informado ante cualquier procedimiento médico". A no ser, claro, que a las mujeres se nos considere incapacitadas jurídicas, menores de edad o animales sin raciocinio antes de meter sus manos (o lo que sea) en nuestros cuerpos, tienen la obligación de pedirnos permiso. ¡Sorpresa! Parece que Lucas no se ha leído la ley. 

Y para finalizar la guinda del pastel es esa ponencia titulada "Cesárea a demanda, ¿Limites en el principio de autonomía?" que en una diabólica asociación con las otras ponencias elabora el siguiente discurso: 

"Quieras tú o no, te induzco y vamos a ver cómo voy a presionarte si no quieres, pero si eres tú la que quieres una cesárea, ¡espera!, que habrá límites a tu autonomía. ¿Qué te vas a pensar? ¿Que vas a tomar tú una decisión respecto a tu cuerpo y vida estando nosotros aquí?", ha debido de pensar Jose Luis ( y el comité que ha elegido las ponencias y el resto de profesionales que no se están levantado de la mesa para abandonar semejante lugar).

Y este razonamiento tan casposo, misógino, machista, decididamente ilegal y anticientífico es el que subyace en el 27 Congreso Nacional de la Sección de Medicina perinatal de la SEGO. Y es en España en 2020. Y apesta. 

Por suerte, la SEGO es una asociación con intereses particulares apoyada por la industria farmaceútica con la que ya han tenido deshonrosas connivencias (llamadas al orden por el Ministerio de Sanidad); no tienen influencia más que de uno a uno y no pueden imponer protocolos sanitarios. Pero que son una vergüenza para la profesión médica. Lo son.




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