El pasado 30 de junio mis amigos Dara y Sunie celebraron su boda en una playa. Para la ocasión me pidieron un texto de ofrenda a la Diosa. Este es el texto que leí en la ceremonia. Después de su lectura lanzaron claveles blancos al mar que, previamente, todos los invitados les habíamos entregado. Que sus deseos se cumplan y el amor brille siempre en sus días tanto como pudimos sentir los privilegiados que allí nos encontramos.
"Nacemos desnudos y vulnerables. Tomamos el primer aliento y el aire entra en los pulmones. Luego, nos visten con ropas, más tarde nos cubrimos con corazas, algunos de nosotros portamos armaduras. Incluso, armas.
Quizá el camino de vida no sea más que la voluntad de irnos
desnudando de los ropajes que la educación, la sociedad y las experiencias nos
van imponiendo. Agradezcamos a la Diosa que ese camino de vuelta lo hagamos en
compañía, que podamos mezclarnos, a ratos perdernos en el otro, que resurjamos
de las cenizas una y otra vez dispuestos a rendirnos al misterio que representa
estar vivos aquí y ahora.
Agradezcamos el amor que nos sostiene contra viento y marea.
La mano amiga. El hombro sobre el que llorar, la cintura a la que asirse. Los
pasos del otro acompasados con los propios. La pupila dilatada. La voz de
arrullo. Los brazos amantes.
Agradezcamos que sea un viaje compartido en pareja, en
amistad, en familia, en comunidad, en tribu. Agradezcamos a los niños su
presencia que nos devuelve a los inicios; a nuestros propios inicios.
Agradezcamos que las alas nos permitan volar más allá de lo evidente y nos
acerquen a las más altas cumbres desde donde observar con perspectiva el
paisaje de nuestra vida ya cumplida.
Quiera la Diosa que en el último aliento de nuestra
existencia, la vez última en que nuestros pulmones se vacíen de aire, podamos
despedirnos tan desnudos y vulnerables como el día en que nacimos.
Que así sea."
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