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Autor de la foto: Javier Linares |
Se me amontonan las palabras y la pena. Una pena enorme y densa. Anoche, de repente, la noticia de que Jesús Arias se había ido para siempre me atravesó como un rayo. Los reportajes, pésames y perfiles llegan desde distintos lugares del mundo. Todos hablan del guitarrista de TNT, del magnífico periodista, de su desbordante talento en la pluma y en la música, de su Cantata recientemente estrenada... Hace falta que alguien muera para que hablen bien de uno. Con Jesús no pasaba eso. Todos lo queríamos. El mundo de la música, como cualquier otro, está lleno de envidias, rencillas y mucho ego. En medio de toda esa bruma, Jesús era el tipo brillante del que salían las grandes ideas que después tenía la generosidad de dejar en manos de otros sin reclamar su parte de protagonismo. Se sabía con talento y por eso no necesitaba que tú se lo reconocieras. Era un intelectual, un hombre del renacimiento, un excelente creador.
Jesús era, sobre todas las cosas, un alma sensible en un cuerpo de hombre bueno. Jesús era la inspiración, la energía desbordante en los proyectos, la entrega en el proceso de creación. La cabeza lúcida que se permite explorar territorios indómitos. Un ejemplo para mi. Gracias.
En mi recuerdo, Jesús siempre será el hombre que si veía llorando a una pareja en un banco de la calle, los acogía en su casa y le daba las cuatro perras que le quedaban, para que siguieran destino a Barcelona al encuentro de un hermano, emigrante ilegal también. Un ejemplo para mi. Gracias.
No fue fácil su vida. Los últimos tiempos fueron especialmente duros con él. Esta sociedad no está hecha para almas sensibles (no es lo mismo que las débiles), para personas que ponen la dignidad por encima de la utilidad, para poetas y santos. El ser humano necesita dignidad para vivir, no solo pan. Humillar hasta romper el alma humana, convertir en bestias a los humanos es fácil hoy en día. Se tienen las leyes y se tiene el poder para hacerlo. Hay que resistir con dientes y uñas, luchar de pie sin perder de vista la propia dignidad. Y él lo hizo. Sufrió, sí, pero también amó y tuvo la generosidad de dejarnos parte de su alma en su obra digna y valiente que no supo de cheques ni de famas. Descansa en paz con los tuyos, con los artistas nobles de gran corazón.
Jesús siempre fuiste un ejemplo para mi. Y seguirás siéndolo.
Gracias.
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