Creo que fue una de las palabras que más se repitió el fin de semana pasado en el Encuentro de Mujeres de Almería: miedo. Y no me parece casual. Mire donde mire, últimamente, veo mucho de ese miedo que nos atenaza y no nos deja crecer. Profesiones que se ven amenazados por otras profesiones emergentes o por visiones muy diferentes a las que ellos sostienen. Lo veo en la política, en la sociedad, en lo profesional, en la familia, en lo personal... una gran cascada de miedo que, en formas muy diversas, se ha terminado por convertir en la forma natural de estar en el mundo. Ante este miedo creamos escudos, leyes, suspicacias, organizaciones, tensiones, retrasos... Hay profesiones y organizaciones que se ven amenazadas por otras profesiones emergentes o por visiones muy diferentes a las que ellos sostienen. Y la respuesta es el acorazamiento, más legislación, más burocracia, más control. Y en lo personal, ante el miedo, nos replegamos, quedamos paralizadas y no tomamos las decisiones que sabemos hemos de emprender.
Creo que estamos viviendo unos momentos de cambio profundo, en lo personal y en lo social. Es normal un cierto miedo, procedente de perder la comodidad de lo conocido, la confianza a lo antiguo; pero no debe ser un miedo que nos impida avanzar y transformarnos y transformar aquello de nosotras que ha muerto, que ya no tiene espacio. La esencia de la Vida es la evolución, el cambio, el movimiento, el avance... es imposible mantenerse en inmovilidad mucho tiempo sin que nos pase factura en forma de enfermedad, conflictos personales o sociales...
En el ámbito familiar, el problema surge cuando una parte de la pareja avanza y la otra se queda atrás, estancanda. Se crea una distancia enorme entre los dos miembros de la pareja. La pareja que hasta hace unos años tenían un lenguaje común, ahora ya no encuentran un diccionario, si quiera, que les permita comprenderse. Generalmente, lo que me observo es que la mujer, a menudo impulsada por la maternidad (pero no siempre), desea un cambio profundo en su vida: encontrar su lugar, su vocación, dar vía libre a todo ese potencial dormido que las costumbres, la educación, la represión... dejó encerrado. Hay un momento en la vida de las mujeres en las que nos abrimos, como una flor, y estamos dispuestas a florecer, le pese a quien le pese. La otra parte de la pareja (generalmente un hombre, aunque no siempre) quizá no sienta esa necesidad profunda de cambio. Él está bien, cómodo con lo conocido, sin desear cambiar y sin comprender qué impulsa a su compañera en esos cambios tan radicales. Y es normal que surja el miedo en ambas partes: El miedo de ella a volar y dejar atrás una vida de convencionalidades y protección; el miedo de él a perder aquello que consideraba parte de su vida. El miedo de ella al dar sus primeros pasos como una persona tan diferente; el miedo de él a no estar a la altura y sentirse exigido a ser como no es. Se abre entonces la posibilidad de la separación. Una separación dolorosa ya que se han de revisar los patrones de dependencia y, además, suele haber niños.
Es difícil tener una solución, una respuesta. Creo que lo interesante no es el final de esta situación sino el proceso de autoconocimiento, la tarea profundamente respetuosa con una misma y con el otro de descubrir los patrones de dependencia y las respuestas que, a pesar del dolor, nos harán crecer más libres y sabias. Y es que, la crisis puede ser la gran oportunidad.
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Sobre el miedo: http://estudiosobreelutero.blogspot.com.es/2013/06/el-miedo.html
Próximo Encuentro de Mujeres en Sevilla, 14 de junio 2014 Más info: http://www.tramallol.cc/taller-cuerpo-de-mujer-y-reconectar-con-el-utero/ |
Mónica... Lo describes TAN BIEN! El problema es ¿cómo?. Ojalá pueda ir pronto a alguno de tus cursos. Ya es una necesidad!!! Jejeje. Gracias, siempre.
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