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viernes, 6 de septiembre de 2013

La mujer creadora

Ayer fue la primera parte de la Jornada Mujer y dinero que organiza la Editorial Ob Stare. En esta primera sesión (la siguiente será el próximo jueves) pudimos disfrutar con la propuesta de Giulliana Gabaldoni sobre su visión de trabajo en red con mujeres. Por mi parte, mi ponencia se tituló: La mujer creadora. 

Estoy firmemente convencida de que las mujeres debemos hacer un trabajo de desarrollo de nuestros potenciales internos que han quedado más dañados por el sistema patriarcal. Entre ellos, el acceso a la capacidad creadora que todas llevamos dentro. Precisamente las mujeres habitamos un cuerpo que tiene la facultad de gestar vida y crear. Pero cuando se trata de materializar proyectos y llevar a cabo nuestros objetivos vitales, suele bloquearse y nos quedamos con la sensación de incapacidad, de no poder, de no ser suficiente. Si miramos con detenimiento, nos daremos cuenta de que tenemos cientos (quizá miles de proyectos) en mente: asociaciones, obras artísticas, negocios, empresas, manualidades, organizaciones... pero cuando nos ponemos a materializar estas propuestas, algo sucede y no solemos concluirlas. Algo traba la relación entre la mente y las manos, algo se interpone cuando decido ir de lo abstracto a la concreción material. 

Cuando impartía clases en una facultad de comunicación solía preguntar a los alumnos de tercero a qué se dedicarían cuando salieran de la facultad. Todos los hombres solían contestar que querían dedicarse a  la dirección (de cine o documental). Prácticamente todas las mujeres elegían profesiones subordinadas a la dirección: productoras, directoras de arte, ayudantes de dirección... ¿Por qué? ¿Por qué habían renunciado a la capacidad de crear nuevas realidades, de poner su mirada sobre la Vida al servicio de los demás? Así, sin más, nos habíamos quedado sin saber qué piensan las mujeres cineastas y las obras que ellas realizarían. Parece exagerado, pero no lo es. Con mirar la cantidad de artistas hombres (escritores, cineastas, pintores, escultores...) que hay en relación con la cantidad de mujeres, nos damos cuenta de que algo pasa. No es solo el machismo estructural impuesto desde el exterior (que existe); es la represión interiorizada y asumida la que más daño nos causa a todos, porque una sociedad que no puede conocer lo que piensa el 50 % de la población es una sociedad cercenada y confundida. 

Ninguna ley ni cuota me va a hacer libre. Si quiero trabajar mi capacidad creadora, debo empezar por trabajar con mis ideas limitadoras, con mi cuerpo físico (eliminando sus bloqueos y permitiéndome vivir al máximo mi energía vital (sexual)), con mis emociones (el miedo a exponerme, por ejemplo) y con la conciencia para acceder a la dignidad que, como ser humano, poseo. Entonces, me reconoceré merecedora de expresar y ofrecer a la sociedad una mirada del mundo, una mirada de mujer. 



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