Me han invitado a participar en las I Jornada online de actualización de muerte gestacional y perinatal organizada por la Editorial Ob Stare, con una ponencia bajo el título "Gestión autónoma del dolor en la pérdida gestacional" de la que tenéis abajo un resumen:
Cuando Alejandro Jodorowsky perdió a su hijo en un accidente, se presentó ante su maestro, profundamente abatido, en busca de consuelo. Su maestro lo miró durante un largo rato y le dijo:
- Sí, duele.
En nuestra cultura, perder a un hijo es la mayor de las desgracias posibles. Aunque no en todas las culturas se vive igual, ya que la muerte es un hecho tan biológico como cultural y tiene múltiples, diversas e, incluso, divergentes miradas. Pero partamos del hecho de que la muerte de nuestro bebé nos provoca dolor. La pregunta que surge inmediatamente es ¿Qué hacer con él? ¿Cómo darle un sentido a la experiencia para integrarla en nuestra biografía? Cuando emerge una emoción penetrante, como el dolor por la muerte de un hijo, lo único que cabe hacer es experimentarla hasta el final, sentir intensa y plenamente su envite. De esta manera, la emoción queda reconocida y aceptada; y la situación que la generó puede ser identificada como válida e integrada en nuestra biografía. No nos gusta sentir dolor ni miedo ni tristeza. Preferimos sentir placer, paz y armonía. Pero esas emociones también tienen su sentido y necesitan ser experimentadas. A menudo, el dolor nos conecta con un aspecto más profundo de una misma. Nos devuelve la mirada hacia el interior y nos abraza en un silencio lleno de sentido. Es el dolor (tanto como la felicidad) el que nos hace crecer y evolucionar; pero lo hace a otro ritmo, más profundo y lento.La muerte no es un hecho socialmente aceptado, mucho menos cuando no responde a las expectativas previstas o se escapa a toda razón o lógica. A pesar de que se estima que uno de cada tres embarazos se interrumpe, para una madre que gesta, no es una opción que el hijo que lleva en su vientre muera. Millones de mujeres en todo el mundo han tenido la experiencia de sufrir un aborto o dar a luz a un bebé muerto. Millones de mujeres han experimentado esto mismo. La diferencia de duelos entre unas y otras es sensacional y varía en función de las creencias religiosas, las ideas sobre la vida y la muerte y la situación vital de la mujer cuando se produce el hecho. Vivimos desde la mente, creyendo que la vida ha de ajustarse a lo que pensamos sobre ella. Pensamos que la muerte es un hecho negativo y cosa de ancianos; pero la Vida nos enseña una y otra vez que no es así. Esa resistencia a considerar que, en realidad, uno de cada tres embarazos termina en aborto, provoca aún más dolor. Pues no terminamos de aceptar lo que Es. Cuando no aceptamos la realidad, el acontecimiento, nos resistimos a crecer con la experiencia y el estado de dolor se convierte en sufrimiento. Un dolor continuo que arrastra la existencia.El dolor es un hecho consustancial a la Vida; lo que podemos elegir es transformarlo en sufrimiento o no.
Muy buena reflexión.
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